26/3/10

COOPERATIVISMO: PROGRAMA AGROEDUCATIVO FAZENDA

EL COLECTIVO. Teiblum (izquierda) junto a integrantes de un programa solidario e inclusivo.
Las crónicas crisis acaecidas en Argentina con la instauración del neoliberalismo, manifiestas en problemas de empleo, exclusión social y falta de perspectiva entre los sectores juveniles han sido temas recurrentes en las últimas dos décadas. Y han motivado, paralelamente, respuesta valiente, creativa y en algunos casos sustentable por parte de las organizaciones de la sociedad civil con la finalidad de resistir adversas situaciones, delinear nuevos horizontes y atender las demandas de la comunidad.

Uno de esos emprendimientos, enrolado en las experiencias de la economía solidaria, surgió en los años 90 en la localidad bonaerense de Cañuelas. En ese marco, tras los episodios de 2001, un grupo de profesionales con vocación social, liderados por Marcelo Teiblum –acompañado por una docena de familias de bajos recursos– conformaron el programa agroeducativo Fazenda («hacienda» en portugués), a partir de una premisa explícita: promover la integración de los jóvenes conjugando solidaridad, educación y trabajo.


De ese modo, y fieles al objetivo inicial, los logros fueron muchos en estos años, ya que aumentaron la producción hortícola centrada en papines, rúcula y otras hortalizas, inauguraron un Aula Campera (para el dictado de cursos) e invernáculos, en tanto focalizaron su tarea en los jóvenes integrantes del proyecto, quienes fueron alentados a continuar y finalizar sus estudios. Sin ir más lejos, Martín López, uno de los miembros que llegó a Fazenda mediante una pasantía concertada con el colegio salesiano Don Bosco y lleva diez años trabajando y capacitando en los invernáculos donde el programa despliega su continua tarea, siguió estudiando, obtuvo el Premio a la Excelencia Agropecuaria (entrega del diario La Nación) y, quizá lo más importante, aportó para que su familia superara un período de estancamiento ante la falta de posibilidades de inserción en el circuito productivo. «Tenía catorce años y éramos veinte chicos los que empezábamos con las pasantías. Pero todos fueron desertando porque era enero, hacía cuarenta y cinco grados en los invernáculos y resultaba difícil para el que no estaba acostumbrado a laburar en el campo. En tres meses me fui metiendo más en el tema de la empresa. Como toda empresa, con la crisis empezó a achicarse tanto el personal como la superficie, entonces con el apoyo de Marcelo (Teiblum) aprovechamos un pedazo de tierra de mi familia. Empezamos a trabajar con cuatro o cinco invernáculos, no mucho más que eso, y comenzamos a mandar la producción al Mercado Central», dice López.

Además de Martín, otros de los jóvenes puntales de Fazenda –como le gusta llamarlos a Teiblum– son su hermano Maximiliano y el apodado Pochi. «Los casos de los chicos son ejemplares porque la construcción no pasó solamente por los adultos, creo que la gran transformación se dio por ellos: hicieron un clic para modificar su entorno de una manera sana», explica Teinblum, director del programa.

Fuente: Revista Acción

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